martes, enero 09, 2007

Los Tres de West Memphis

Los crímenes
James Moore, Steven Branch y Christopher Byers, tres amigos de ocho años, desaparecieron en West Memphis (Arkansas, EEUU) el 5 de mayo de 1993. Iban en bicicleta cuando la madre de Moore les vio por última vez con vida a las 6 de la tarde. Dos horas después el padre adoptivo de Byers denunció su desaparición y empezó a buscar a los menores acompañado por su esposa, su hijo Ryan y la madre de Moore. Sobre las 10.30 horas se unieron al rastreo efectivos policiales. Estuvieron buscando hasta las dos de la madrugada y retomaron la actividad a las 8 de la mañana. La búsqueda había comenzado en la colina de Robin Hood, lugar en el que finalmente aparecieron los tres cadáveres el 6 de mayo a las 13.45 horas.
Los cuerpos de los tres niños estaban desnudos, con los tobillos atados a las muñecas por los cordones de sus zapatos. Les habían sumergido en zanjas de drenaje cercanas a un arroyo y presentaban golpes en la cabeza, el torso y las piernas. A Byers, además, le habían cortado el pene, el escroto y los testículos. Él era el único que presentaba heridas defensivas. La ropa y las bicicletas aparecieron también sumergidas en otra zanja. Sólo desaparecieron los calzoncillos de dos de los niños. No había rastros de sangre, ni se encontraron armas. Los agentes retiraron los cuerpos del lugar en el que fueron encontrados antes de la llegada del forense que, sin tomar la temperatura de los cuerpos, estableció que habían fallecido después del amanecer del 6 de mayo. Los cadáveres estaban lívidos y presentaban rigor mortis.

El sospechoso
Aunque el dueño de un bar cercano a la colina denunció el 5 de mayo, sobre las 20.30 horas, que un hombre negro cubierto de sangre y lodo había estado una hora encerrado en el aseo de mujeres de su establecimiento, y aunque posteriormente se encontrara un pelo de una persona de raza negra en la ropa de una de las víctimas, la policía no llegó a investigar está pista porque ya tenían a su principal sospechoso identificado. Uno de los investigadores llegó inmediatamente a la conclusión de que se trataba de un caso de criminales satánicos y al día siguiente interrogaron a su mejor candidato: Damien Echols, el heavy del pueblo. Echols era un adolescente que vestía siempre de negro y al que le gustaba el rock duro (Metallica, entre otros) y las novelas de Stephen King.
Damien se llamaba Michael Wayne Hutcheson. Cambió el apellido de su padre por él de la nueva pareja de su madre y el nombre se lo puso en honor a un sacerdote católico que se dedicó al cuidado de los leprosos. En su búsqueda de identidad de la adolescencia empezó convirtiéndose al catolicismo, con Bautismo y Comunión incluidos, y acabó pasándose a la Wicca, una religión pagana que surgió tras la publicación en 1954 del libro "La Brujería Hoy" del británico Gerald Gardner. Esta religión se basa en ritos mágicos ancestrales de adoración a las fuerzas de la naturaleza. Es una religión sin jerarquías, que considera el sexo como un placer y en la que sus seguidores aspiran a convertirse en brujos, en el sentido de ser capaces de controlar las fuerzas internas del ser humano para vivir mejor, en armonía con la naturaleza, y sin dañar al prójimo. No creen en la existencia de Satanás, hacen ceremonias mágicas desnudos en función a las fases lunares, solsticios y equinocios. Los detractores de Gardner le califican como un masón, nudista y sadomasoquista y califican a esta religión como un refugio de homosexuales. (Echols tienen en el pecho tatuada una estrella de cinco puntas, símbolo de esta creencia).
De todas formas, el chico no debió encontrar el consuelo que buscaba en sus descubrimientos espirituales e intentó suicidarse en varias ocasiones, entre los 16 y los 18 años. Se intentó ahorcar, ahogar, apuñalar y tomó pastillas, sin el resultado esperado. A los 17 años se fugó con su novia. Entraron en una casa abandonada donde les detuvo la policía. Entonces, le diagnosticaron un trastorno maníaco depresivo.

La confesión
Tras interrogar en numerosas ocasiones a Echols, como principal sospechosos, y a su amigo Baldwin, por extensión, el 3 de junio de 1993 la policía detuvo a Misskelley, un menor que padecía un trastorno de aprendizaje. Tras un interrogatorio de 12 horas realizado sin asistencia jurídica ni la presencia de su tutor, Misskelley acabó confesando su participación en los crímenes junto con Echols y Baldwin. Del extenso interrogatorio la policía sólo conservó los veinte minutos en los que el menor confesaba la autoría. Dijo que Echols y Baldwin pegaron a los niños en la colina de Robin Hood, violaron a dos de ellos y les obligaron a realizarles una felación. Misskelley afirmó que desde hacía tres meses pertenecía al culto de Echols y que durante este tiempo solían reunirse en el bosque para celebrar orgías y rituales que consistían en matar perros para comérselos. Misskelley identificó la ropa que vestían el día que se cometieron los crímenes, se hizo un lío con la hora a la que se perpetraron y, finalmente, dijo que se encontraron con los niños en la colina al anochecer.
Posteriormente, Misskelley se declaró inocente y señaló que había confesado por coacciones policiales, pero el juez que les condenó dio por válida su primera versión, que fue la principal prueba condenatoria.

Testigos y pruebas
Aparecieron algunos testigos, cuyos testimonios no son del todo fiables debido en parte a la fuerte recompensa ofrecida. Un niño afirmó que había visto a unos hombres que hablaban español en el bosque, después dijo que había sido el padre adoptivo de Byers y finalmente, tras la confesión de Misskelley, reconoció a los tres acusados. La madre del supuesto testigo declaró, además, en el juicio que había asistido a una ceremonia satánica con Echols en el coche de éste. Y, aunque Echols no tenía coche y la mujer no pudo identificar el lugar de la ceremonia, ni a otros participantes, ni el contenido de la misma y tras el juicio reconoció que se lo había inventado, se convirtió en uno de los testigos de la acusación.

Se presentaron como pruebas fibras encontradas en casa de los acusados (algunas eran de ropa de sus familiares) que se correspondían con fibras halladas en la ropa de las víctimas, pero no se analizó la ropa que Misskelley dijo que llevaban puesta ese día. También se presentó un cuchillo de sierra que la policía encontró cerca de la casa de Echols y que éste no identificó.
Dale Griffis, un especialista en cultos satánicos, que se doctoró en la materia gracias a un curso por correspondencia, declaró en el juicio que los asesinatos se habían perpetrado en el contexto de una ceremonia satánica. El especialista explicó, por ejemplo, la ausencia de sangre por la afición de los adoradores de Belcebú a bebérsela y bañarse con ella. También dijo que a Byers le habían quitado los testículos para hacer rituales con semen.


La defensa

Los expertos de la defensa (que accedieron a estudiar el caso gratis, porque los acusados son pobres) no pudieron declarar en el juicio. El doctor Ofshe, un psicólogo experto en confesiones falsas, con premio Pulitzer incluido, tras entrevistarse con Misskelley y escuchar la grabación de su confesión, llegó a la conclusión de que ésta era falsa y de que habían coaccionado al adolescente, pero el juez había dado validez a la confesión en una resolución anterior y no permitió que testificara. Entre otras cosas, el psicólogo señaló que el relato de Misskelley no coincidía en algunos aspectos con los hechos. El adolescente había dicho que ataron a los niños con cuerdas, cuando estaban atados con sus propios cordones de zapatos, se equivocó con las horas y, además, no hay pruebas que indiquen que los menores fueron violados. Tampoco pudo declarar un experto en el detector de mentiras que había llegado a la conclusión de que los adolescentes eran inocentes.

El perfil del asesino
Pero fue el informe de Brent Turvey, un profesor de universidad experto en ciencia forense y en la elaboración perfiles de criminales, el que se convirtió en el principal argumento de la defensa. El caso es que los seguidores de los adolescentes que crearon la Web "Free the West Memphis Three" consiguieron contactar con Turvey (que también accedió a analizar el caso sin cobrar) cuando ya se había celebrado el juicio y los jóvenes habían sido condenados.
Según Turvey las heridas en la cara de Branch, atribuidas en el juicio a un cuchillo de sierra (similar al encontrado cerca de la casa de Echols) eran realmente mordeduras humanas. Dato que fue confirmado por un odontólogo forense que, además, comprobó que no se correspondían con las dentaduras de los tres condenados y que eran de la boca de un humano adulto. Turvey señaló, además, que no se había analizado un trozo de tela que apareció en la mano de Moore (que podría ser de la ropa de su agresor) y que tampoco se estudió lo que parece ser la huella de un zapato en la espalda de Branch.
En su opinión, los crímenes no se cometieron en el lugar en el que aparecieron los cadáveres porque tendría que haber una gran cantidad de sangre (por la mutilación de Byers) y porque los asesinos necesitaron luz y mucho tiempo para atacar a las víctimas, que seguramente gritaron (en función a las múltiples agresiones que presentaban), y alguien les podría haber visto u oído porque la búsqueda de los menores se había iniciado la tarde anterior. Además los cuerpos no presentaban picaduras de mosquitos que serían normales en caso de haber permanecido mucho tiempo al lado de un arroyo. Datos que no concuerdan con la confesión de Misskelley y exonerarían a los condenados.
En cuanto al perfil de los asesinos, Turvey señaló que debía tratarse de dos personas que conocían a las víctimas y tenían su confianza, que se llevaron a los niños a un lugar donde los asesinaron, después utilizaron un vehículo para llevar los cadáveres y las bicicletas y los tiraron en la colina. En función de las heridas que presentaban, cree que los asesinos estaban furiosos con Byers y Branch, a los que pretendían castigar por algo, y que lo único que tenían contra Moore era que estaba con los otros dos cuando les encontraron. Además, según el experto, las heridas que presentaban podrían indicar que a Branch le agredió una mujer y a Byers un hombre. Indicó también que tanto Branch como Byers presentaban signos de haber sido sometidos con anterioridad a agresiones físicas o abusos sexuales. Extremo que podría corroborar el hecho de que la madre de Byers había contado anteriormente en el colegio que sospechaba que su hijo había sufrido abusos sexuales.
Turvey añadió que el principal agresor podría ser un hombre egocéntrico, hostil, egoísta, dominante, celoso y violento con las mujeres, que posiblemente se ha casado varias veces, tiene una colección de cuchillos o armas de fuego, padece alcoholismo o algún tipo de drogadicción, ha estado en la cárcel con anterioridad y conduce algún vehículo masculino, como una camioneta. En cuanto a la mujer, Turvey señaló que podría tratarse de la esposa del asesino.

Los partidarios de "Los Tres de West Memphis" confían ahora en que se realicen pruebas de ADN, a un millar de objetos recogidos en la escena del crimen, que exoneren a los condenados.
Bruce Sinofsky y Joe Berlinger dirigieron dos documentales sobre el caso:
"Paradise Lost: The Child Murders at Robin Hood Hills" y "Paradise Lost 2: Revelations", que hicieron famosos a los condenados en numerosos países



Enlaces:
WM3.org (Página Oficial)
Wikipedia.org/West Memphis 3



Escuchando... The Forest Whispers My Name (Cradle Of Filth)

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